Como el lugar común más común, como el recurso cinematográfico más cliché, el “no podría ser peor” cae como un aguacero apocalíptico con truenos y centellas la imagen de los 90’, la mamá, la superstar de las crisis cubanas del pasado siglo.
Así me asalta este señor que compra croquetas a $2 CUP en una cafetería de 5ta estatal “Chama, estamos peor que en los noventa”, y yo queriéndole sacar mi carné de identidad para decirle — Mira asere, tú a mí no me haces cuento, yo era un chama pero también me comí un cable, tengo el mismo trauma de los noventa que tú.
Pero no, no es así, los 90’ era otra cosa, era como un animal salvaje, desbocado, arrasando con todos a su paso. Tengo algunos recuerdos vagos y otros tan nítidos… una vez escribí, incluso publiqué:
Mi madre rechaza
dos papas y tres huevos
me duele
porque son el sacrificio
de mi papá turno
En los 90’ se comía sacrificio
tragábamos platos de sacrificio
pelados sin especias
Mi madre lo decía a gritos
en las noches
mientras nos alumbrábamos
con mucho sacrificio.
No sé si será porque casi olvidamos los apagones o si lo que sucede en realidad es que esta crisis ya me cogió de adulto y es a mí el que me toca llevar el alimento a casa, deteriorar mis riñones en una cola todo el día bajo el sol y luchar para que no haya que comerse un cable.
Y no digo que esta crisis sea menos mala que la anterior, creo que como yo, la crisis de la segunda década de los dos mil es hija de la anterior, la dura, la crisis Magaly, la peor de todas.
Pero sí que es distinta, en los 90’ habían menos oportunidades, estábamos más ciegos, más con la cabeza metida en la tierra como el avestruz, habían más apasionados, también habían más desesperados (el mar podría contarnos).
En esta, la crisis millennial, tenemos internet y estudiando, con suerte y apenas sin dinero te conviertes en emprendedor, o buscas un sitio de trabajo freelancer, te creas un buen portfolio y escribes algunos artículos sobre tecnología o lo que pidan tus clientes y “raspas” tus emelecés… y quizá eso sea también algo que distinga a la crisis dûƦãķå, la crisis tixxa de los últimos años: nos hemos acostumbrado a vivir en crisis.
Tan acostumbrados estamos que siempre habrá alguien que nos diga “podría ser peor”, “si no nos morimos en los noventa tampoco vamos a hacerlo ahora” y esa es la peor de las crisis, la crisis monstro final/jefe de mazmorra. La crisis del estancamiento, de la no-movilidad, la que mantiene a la gente que no tiene crisis viviendo de nuestra crisis. La crisis del invento, de mirar a ver qué nos cae del cielo.
Mientras no salgamos de la crisis del miedo y hagamos algo por no volver a vivir en crisis, el lugar común más común, el recurso cinematográfico más cliché, el “no podría ser peor” nos va a seguir lloviendo encima hasta enterrarnos en el fango.